jueves, 13 de agosto de 2009

HOMBRE ESTACIONAL (Bestiario Infinito, Nº 8)

“Pues ambos atormentan mi sentido: aqueste con pedir lo que no tengo y aquél con no tener lo que le pido” Sor Juana Inés de la Cruz (Mexicana)

Hombre de Otoño.
Me sobra y me falta Andrés. Me sobra en las mañanas y me falta en las noches. Me sobra en las calles rápidas y me falta bajo los robledales en los que el humus huele a excitación y abandono. Me sobra y me falta. Alternadamente. Como un péndulo de Newton, los cuerpos se reúnen y se expulsan.
Hombre de Invierno.
Le miro gris y extraño. Imagino que mis palabras pueden deshacerse en medio de su blancura y su frío. Me muerdo los labios. Aquieto la lengua. Sosiego las manos. Arrincono las ansias. Le miro desnudo y precario.
Hombre de Primavera.
Le descubro y se me arrancan las camelias del bajo vientre. Sostenida en sus manos soy el violín seducido y tensionado, su arco frotando mis cuerdas, pizzicato que se alarga y desfallezco.
Hombre de Verano.
Se me parten los damascos en su boca. El mar golpea el malecón con violencia. Enrojezco como una cereza cuando me besa. Huelo a violetas cuando expulsa dentro de mí los días de enero.

Andrés tiene un aire de sentidos perversos, como si se les adhiriera a sus ojos claros las tormentas negras de las furias que me marcan. Hombre cíclico. Cuando lo miro desde mis cárceles me inflamo.